Y hablando de caballos

Y hablando de caballos

Coincidirá conmigo lector, que actualmente en prensa diaria, es infrecuente encontrar artículos con el título CABALLOS. Por eso me llamó la atención el que un colaborador de este periódico, hace unas fechas, firmara uno así, concretamente Juan Ramón Lucas.

Vinculado quien suscribe desde siempre al mundo ecuestre, que por mi gran afición y durante muchos años he vivido y disfrutado en diferentes facetas y cometidos, jinete de saltos, federativo nacional e internacional, comentarista, guionista en tv y conferenciante, enseguida me atrajo y leí con atención las columnas de Lucas, que traza una sentida alabanza al precioso, noble y poderoso animal. A su relato volveré más adelante.

Pero antes lo que quiero iniciar exponiendo es que el que se nos presenten unas ideas sobre tal tema supone un oasis para el fiel y puntal lector que se asoma al periódico cada día con el abrumado presentimiento de que en gran parte de cuanto lea, primara la tensión sobre la armonía, el enfrentamiento sobre la concordia, el devenir incierto sobre un bonancible futuro. Y, la verdad, uno empieza a estar doliente de una sensación de hartazgo. No es difícil percibir que vivimos inmersos en una sociedad acomodaticia en exceso, sin darnos cuenta de que nos está invadiendo un entorno nada deseable.

Y desde la limitada perspectiva de un simple ciudadano, uno se plantea si no va a empezar a ser punible en nuestra conciencia, no manifestar nuestra disconformidad, mantenerse silente y mirar para otro lado como si todo nos fuera ajeno .Es decir, hay que mojarse .Vivir en democracia (señalemos una vez más el conocido pronunciamiento de que es el peor de los regímenes políticos a excepción de cualquier otro) es algo más que periódicamente acudir a las urnas. Así que ,desde la modestia de esta colaboración, descargo algo mi conciencia y hago referencia a unos cuantos temas.

No puede ser que desde responsabilidades de gobierno se prediquen con rotundidad y plena determinación determinados pronunciamientos y tiempo después, con idéntica rotundidad se nos diga todo lo contrario, con el cinismo de que es tan solo cambio de opinión. ¡HARTAZGO!

No puede ser que machaconamente se nos pregone eso de que no se puede rebasar la línea roja y luego resulta que tal línea roja infranqueable se posiciona más arriba o más abajo a la mejor conveniencia de cada cual ¡HARTAZGO!

¿Por qué hemos de admitir que quienes desempeñan cargos oficiales acudan a actos institucionales de primerísimo nivel con atuendos asilvestrados y en cambio, cuando acuden a determinados eventos de otro tipo, con más o menos acierto, se travisten de etiqueta? ¡HARTAZGO!

¿Por qué y de qué manera a los órganos rectores del primer y más popular deporte del país llegan personajes de muy deficiente formación, que arrastran años con manipulaciones económicas carentes de ética y honradez y salen a la luz únicamente a raíz de lo que al inicio fue básicamente un grosero comportamiento ¡HARTAZGO!

¿Por qué un elevado porcentaje de puestos de primerísimo nivel y responsabilidad cuya directriz nos afecta a todos, los vemos ocupados por personas que denotan falta de conocimientos y base cultural solo inferior a sus arrogancias? ¡HARTAZGO!

Seguro que usted y yo podríamos seguir enunciando apartados del tenor de los expuestos. Dejémoslo hoy así y retomemos el oasis de sosiego en torno a los caballos.

Cierto, como señala Juan Ramón Lucas, que, en nuestros días, el caballo ha perdido el gran protagonismo que en otros tiempos tuvo, en industria, en transporte, en agricultura, en la guerra y su presencia ahora, al margen de en el deporte (son tres las disciplinas olímpicas) en el ejercito básicamente queda ejercida en el desarrollo de actos protocolarios que sin duda se engrandecen con la presencia de jinetes y caballos. Lucas, en concreto, hace referencia a otra espectacular modalidad, los enganches, de gran arraigo en España y meritoriamente mantenida. Los enganches con las espectaculares guarniciones españolas ,a la calesera, en nada envidian a la tradición y elegancia de las guarniciones a la húngara o a la inglesa. Y quiero recordar aquí que en uno de mis programas para tv dedicado a enganches, la secuencia final, era da le un precioso enganche en tronco, que con fuerte galope se aproximaba al enfoque da las cámaras y frente a ellas, por imperativo del recorrido a seguir en la competición, giraba con pericia en un exigente espacio, permaneciendo su imagen alejándose. Y mi locución fue que aquella secuencia acreditaba como, pese a todo, hombres y caballos continuaban caminado juntos por el sendero de los tiempos.

Ojalá se escribiera mucho de caballos. Metafóricamente significaría que, en nuestro acontecer, primaria la nobleza y abnegados comportamientos como los que esos grandes amigos nos han ofrecido siempre.

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