Bernardí Roig: el artista que decapitó a Goya

Bernardí Roig: el artista que decapitó a Goya

El artista contempla su estudio como “una cavidad craneal donde pasan cosas”. Una vez preguntaron a Bernardí Roig (Palma, 59 años) cómo definía su arte y él contestó: “Como una amalgama de mondaduras que mi cabeza ha expulsado”. También le gusta decir que su trabajo es “una avalancha de imágenes sin piedad con la intención de arañar el ojo del que mira para que el suelo tiemble a su alrededor”. Glups. Esas parecen formas bastante directas y honestas de autorretrato. La verdad es que contemplando sus tipos barrigudos y sus demonios quejosos, sus neones iluminando rincones oscuros, sus sopletes quemando caras y sus rostros desfigurados, cabe pensar que en esa cavidad y en esa amalgama conviven por igual los tormentos y los placeres, y los miedos y las serenidades, puede que todo destilado en territorios pantanosos del subconsciente, o mejor, del inconsciente, o del narcisismo patológico, o del sadomasoquismo inconfeso, o váyase a saber, el interesado lo sabrá mejor que nadie, lo demás es especular. En cualquier caso, él acepta esta conclusión: “Si no sacara de mi cabeza todas esas cosas, la cabeza me estallaría”. Sus cotizadas criaturas de resina de poliéster y polvo de mármol, o de grafito y carboncillo, sugieren parecidas dosis de exuberancia que de vulnerabilidad. Uno diría que transitan entre La metamorfosis, de Kafka, las esculturas de Messerschmidt, los cómics de línea chunga y la sequedad implacable de los textos de un Bernhardt. A lo lejos sobrevienen también esos gestos temibles y abocetados de ciertos rostros de las Pinturas negras de Goya. Y ahí se va llegando al meollo del asunto.

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