Favoreciendo la independencia

Favoreciendo la independencia

De lo único que podemos estar ya seguros con relación a la campaña catalana es que va ser con certeza una campaña de mentiras. En líneas generales, pues los políticos se han acostumbrado a mentir a la hora de pedir el voto, a sabiendas de que gran parte de lo que dicen hoy será olvidado mañana. La prueba más evidente la tenemos en la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de recurrir ante el Tribunal Constitucional (TC) la admisión a trámite en el Parlamento catalán de una iniciativa legislativa para declarar unilateralmente la independencia de Cataluña, respaldada mayoritariamente por los socios del presidente. Justo, además, en un momento en el que huida dirigente republicana Marta Rovira acaba de revelar que, en el ámbito de las conversaciones entre PSOE y ERC, se lleva bastante tiempo hablando del referéndum de autodeterminación, por mucho que Bolaños lo niegue.

La realidad es que el Ejecutivo «Frankenstein-2» no va a perdurar en el tiempo, salvo que Pedro Sánchez ceda ante la presión separata y ponga fecha a la consulta. Algo que hará de querer continuar con ellos, por mucho que intente resistirse, como puso ayer de manifiesto el candidato del PP, Alejandro Fernández.

La convocatoria de elecciones a la Generalidad abre un escenario de incertidumbre que afecta de lleno a una legislatura que, apenas en su inicio, está ya saturada de interferencias. No podía esperarse otra cosa de un Gobierno de retales, empeñado en gestionar a conveniencia de un delincuente huido, cuyo único horizonte cercano es librarse de la cárcel y promover la autodeterminación después. Sánchez no sabe con quién se juega los cuartos. O no lo quiere saber.

Carles Puigdemont es un tipo imprevisible, capaz de cualquier cosa. En los dos años que estuvo en el poder convocó un referéndum ilegal, declaró la separación de España, huyó en el maletero de un coche y se instaló cómodamente en Bruselas para echarle un pulso al Gobierno y a la Justicia. Un pulso que ha ganado, pasando de ser un apestado en el Parlamento europeo a un triunfador que va a volver a España bajo palio, por obra y gracia un Sánchez que apenas ha empezado a enterarse de quién es Puigdemont.

Dado que el resultado de Cataluña no va a permitir con claridad ningún tipo de Govern, el bandido tiene todas las papeletas para redoblar su pulso a Madrid. O es nuevamente president, o el pedrismo se puede ir despidiendo de La Moncloa. Se lo dirá con todo el descaro que le caracteriza. Tendremos un verano entretenido. Están en juego el referéndum y la Presidencia catalana, a cambio de unas semanas más de Falcon. Superada la amnistía, esas serán las nuevas fronteras que el Gobierno de la nación estará dispuesto a transgredir, por mucho que ahora se muestren contundentes llevando al TC una iniciativa pro-independencia del Parlament. Lo mismo que hizo en su día Mariano Rajoy, al que ahora tanto critican. Solo que Sánchez lo hace por puro interés electoral, pues su historia le delata: cambiará de opinión cuando tenga que cambiar, y eso sí, dirá siempre que es por favorecer la convivencia y el reencuentro en Cataluña. La convivencia no sabemos, más bien parece lo contrario.

Lo que sí está favoreciendo es la independencia. Se lo advirtió en su día Alfredo Pérez Rubalcaba, pero no le hizo caso, porque él sabe más que nadie.

Moverse en el filo de la navaja puede ser excitante, pero suele ocurrir que un día te das un tajo, y entonces vienen el dolor y la sangre. Prestidigitadores famosos, como David Cameron, saben muy bien lo que es caerse del alambre, pegarse un trastazo y hacer ridículo a costa del prestigio del país. Y del dinero de todos.

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