Israel-Irán, un paso más cerca de la guerra abierta

Israel-Irán, un paso más cerca de la guerra abierta

El conjunto de Oriente Medio contiene en estos momentos la respiración ante una posible respuesta del régimen iraní al bombardeo de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) el lunes contra el consulado iraní en Damasco, en el que fueron asesinados siete responsables de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, entre ellos el comandante de la Fuerza Al Quds en Líbano y Siria, el general de brigada Mohamed Reza Zahedi, y su segundo, el general Mohamed Hadi Haj Rahimi.

El temor a una inminente acción iraní ha movido al Gobierno israelí a aumentar el personal y número de reservistas en las fuerzas aéreas y a suspender los permisos para sus tropas, y a la población israelí a barajar las posibilidades de refugio en las últimas horas. «Con arreglo a la evaluación de la situación, hemos decidido que los permisos para todas las unidades de combate de las FDI se han suspendido temporalmente», anunciaron desde el mando militar israelí el jueves. Además, Tel Aviv comenzó el mismo día a alterar deliberadamente el servicio GPS en todo el país para prevenir posibles ataques con misiles o drones.

No es ni mucho menos el primero de los ataques israelíes contra intereses del régimen de los mulás en los últimos tiempos, pero la relevancia del ocurrido el martes es mayor por dos factores: haberse producido en una sede diplomática, lo que equivale a suelo iraní según el derecho internacional, y por el rango del general Zahedi, pues se trata del representante iraní de mayor rango jamás abatido en suelo sirio y el más importante líder del cuerpo militar de élite tras la muerte de Qasem Soleimani.

El historial de enfrentamientos de los dos archienemigos de la región por antonomasia es larga. A finales de diciembre pasado, Irán acusaba a Israel de la eliminación del general Razi Mousavi, asesor de la Guardia Revolucionaria, en un bombardero en las afueras de Damasco. Cuatro días después, Teherán anunciaba haber ejecutado a cuatro presuntos espías vinculados al Mosad. El 2 de enero, un bombardeo atribuido a Israel acababa en un suburbio de Beirut con la vida de uno de los principales líderes de Hamás, Saleh al-Arouri.

El día 20 del mismo mes, un ataque atribuido a Israel acabó con la vida de cinco miembros de la Guardia Revolucionaria iraní –incluido el jefe de la inteligencia del cuerpo en Siria– y varios militares sirios en un edificio residencial de Damasco. Algo más de una semana después, tres soldados estadounidense murieron en una base situada en el noreste de Jordania como consecuencia de un ataque con dron atribuido a una milicia vinculada al régimen iraní.

Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización no gubernamental con sede en Londres, Israel ha llevado a cabo hasta 30 ataques en territorio sirio contra fuerzas iraníes y de Hizbulá en lo que va de 2024. Esta misma semana han sido dos los ataques atribuidos a las FDI en territorio sirio, el primero de ellos un bombardeo también el lunes contra un área de investigación científica en Yamraya, también en Damasco.

Escalada verbal

Aunque los epítetos contra «el régimen sionista» de labios de representantes del régimen iraní son habituales, el tono amenazante ha escalado. El martes, el ayatolá Alí Jamenei aseguró que «el malvado régimen [en referencia a Israel] será castigado por nuestros valientes hombres. Haremos que se arrepientan de este crimen y de otros similares con la ayuda de Dios».

En el curso de las celebraciones en Teherán del Día Mundial de Al Quds (en referencia a la ciudad de Jerusalén) y del funeral en memoria de los mandos de la Guardia Revolucionaria abatidos, el comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, el general de división Hosein Salami, afirmó que Israel «vive ahora bajo la respiración artificial de Estados Unidos y no puede escapar de las sediciones que crea» y aseguró que Hamás «enterrará al régimen sionista en Gaza».

Hasta ahora, y a pesar de las reiteradas amenazas de los máximos responsables del régimen, Teherán ha evitado en todo momento una confrontación bélica directa con Tel Aviv –que sería también contra Estados Unidos– sabedor de su inferioridad militar. En sus cálculos, a las autoridades israelíes no se les escapa la situación de debilidad que vive el régimen liderado por el ayatolá Jameneí, que sigue afrontando una situación económica doméstica muy difícil y que ha tenido que emplearse a fondo en los últimos meses poniendo a funcionar toda su maquinaria represiva para contener una reacción popular favorable a la democracia a raíz de la muerte en septiembre de 2022 de la joven Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral por no llevar el velo islámico colocado adecuadamente según el criterio de la teocracia.

Además, el régimen ha sido golpeado con dureza recientemente por organizaciones terroristas. A comienzos del pasado tres de enero, la filial regional del Estado Islámico se atribuyó una matanza –que se cobró la vida a 85 personas– durante las celebraciones por el cuarto aniversario del asesinato de Qasem Soleimani en el cementerio de Kermán. El jueves de esta semana, las milicias del grupo suní Jaish al Adl atacaron dos cuarteles de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria en la provincia de Sistán y Baluchistán, con un balance de al menos 11 miembros de la organización muertos.

Sin embargo, el régimen iraní viene golpeando a Israel y su más estrecho aliado, Estados Unidos, de manera continuada desde la matanza terrorista perpetrada por Hamás el 7 de octubre pasado a través de fuerzas proxy, a la cabeza de ellas Hizbulá desde su base libanesa y los rebeldes yemeníes –conocidos como los hutíes– con su estrategia de ataques en el mar Rojo. La fortaleza de estas milicias, a las que hay que añadir grupos armados chiitas radicados en Siria e Irak, estriba en su estrategia invisible y desigual y en dirigir sus ataques a menudo contra la población civil. Estrechos son también los vínculos de Teherán con otros dos miembros del autodenominado «eje de resistencia», las organizaciones suníes Hamás y Yihad Islámica, fundamentalmente el odio y deseo de destrucción de Israel.

Por todo ello, en estos momentos sigue siendo más probable una respuesta iraní a través de alguna de estas fuerzas por interposición, como ha ocurrido desde el pasado mes de octubre. La mayor de todas esas fuerzas no es otra que Hizbulá, partido-milicia convertido en un Estado dentro de un Estado fallido como es hoy el libanés. Aunque fuertemente golpeada por Tel Aviv –unas 280 bajas– desde octubre, la organización nacida en 1982 y liderada por Hasán Nasrala e Israel vienen cruzando fuego a través de la frontera en un goteo incesante en todo este tiempo.

Amos Yadlin, antiguo jefe de la Inteligencia israelí, aseguraba en las últimas horas que las autoridades iraníes pudieron haber escogido la jornada de ayer, con el simbolismo de ser el último del Ramadán y en la celebración del Día de Jerusalén, la forma de respuesta al archienemigo israelí. Las próximas horas serán clave para Israel y para el conjunto de una región sumida ya en una guerra en siete frentes desde el pasado mes de octubre.

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