La psiquiatra Marian Rojas Estapé detecta las nuevas adicciones de los españoles

La psiquiatra Marian Rojas Estapé detecta las nuevas adicciones de los españoles

Con 18 años le dijo a su padre, Enrique Rojas, que cuando fuera psiquiatra, porque ya lo tenía claro, quería hacer prevención sobre la salud mental. Había visto que existía la prevención del cáncer de mama, de próstata… pero en ese momento nadie se ocupaba de prevenir los problemas de la mente. ¿Y cómo lo haría? Su misión sería «tratar de hacer entender todo lo que sabemos del cerebro, pero llevado a lo cotidiano». Con más de 3.000.000 ejemplares vendidos en 40 países, Marian Rojas Estapé sienta de nuevo a España en el diván. Vuelve con un tercer libro: «Recupera tu mente, reconquista tu vida» (Espasa) donde conduce por las «carreteras» neuronales para explicar los entresijos de la dopamina, las adicciones, el problema de la sobreexposición a las pantallas, el porno o el azúcar, la importancia de repararse e incluso de aburrirse y es que Arquímedes o Newton estaban «aburridos» cuando vieron los barcos flotar o la manzana caer.

Conocer nuestras heridas, nuestra historia y nuestros síntomas, aprender a lidiar con la frustración, la ansiedad, el insomnio, los pensamientos obsesivos, traumas sin resolver, síntomas digestivos… «Quise que la gente entendiera qué es lo que les pasa».

¿Cómo se recupera el control de la mente? ¿Podemos dominar todo lo que pensamos o sentimos? Marian Rojas asegura que controlar todo es malísimo. «El control de todas las cosas nos lleva a vivir en estado de alerta. Identificar y gestionar lo que me agota, me abre una herida… Cuando me voy conociendo y voy identificando puedo gestionar mejor. Cuando no nos conocemos vivimos a base de tendencias, de impulsos, de heridas, insatisfacciones, vías de escape…».

Explica la importancia que tiene la voz interior, esa especie de Pepito Grillo que desde el silencio nos puede cambiar todo. El boxeador Ilia Topuria reveló que antes del combate se mira ante el espejo y repite una fórmula donde se recuerda que «está hecho para el triunfo, que es el maestro de su destino». ¿Y si nuestra voz interior no nos dice todo esto? «Lo importante de decirse todo eso es creérselo». «Te puedes decir lo que dice Ilia, pero te lo tienes que creer. El hecho de no creértelo te genera más frustración. Hay que encontrar un discurso que sea armónico con nuestra vida. Cuando vienes de una voz interior negativa, si tienes una herida, estás en una depresión o atravesando un momento malo o eres muy perfeccionista, esa voz influirá en tu día a día, en tu salud, en tu actitud y en el resultado de tu vida» y es que, asegura, «las personas que tienen esa voz en clave negativa perciben peor las oportunidades, resuelven peor los conflictos, se creen menos las cosas que les pueden suceder». Recuerda cómo, hablando con un portero de fútbol hace unos años «me contaba que cuando llegaba a los penaltis, al final de un partido, todo dependía de cómo él se hubiera hablado a lo largo del partido. Si él llegaba a diciéndose: estoy cansado, no he participado, qué presión… Mal, porque ya no estaba enfocado».

A lo largo del libro la psiquiatra reflexiona sobre cómo las pantallas han atrapado nuestros cerebros. Son picos de “dopamina” que hacen que nos cueste más, por ejemplo, leer que ver una serie. «La concentración requiere de varias áreas del cerebro enfocadas en una misma acción. La lectura genera gran placer: “Es a la mente lo que el deporte al ejercicio físico”. Es aprender, evadirte de los problemas… Requiere un esfuerzo y todo lo que requiere de esfuerzo hoy no está de moda. Hoy, todo lo que tiene que ver con la pantalla es pasividad: deciden lo que ves, lo que miran, los vídeos que vas a ver, los algoritmos según tus gustos que son los que deciden. Hay cero esfuerzo».

¿Y qué es lo que genera más dopamina? «El cerebro recuerda lo que le calma y se generan hábitos buenos y malos. Me di cuenta de que todo era porque se iban consolidando “carreteras” en el cerebro. La carretera de jugar con mis abuelos al parchís y a las cartas produce que circulen “bolitas de dopamina”. Lo que más dopamina genera son las anfetaminas, los opiáceos… Si leer hace circular diez bolitas, ver una serie serían 40 bolitas de dopamina, por ejemplo. A más velocidad, menos esfuerzo». Y es que, asegura que «ocurre lo mismo con el porno y con el sexo en pareja que es una de las razones por las cuales el gran porcentaje de la población tiene problemas de disfunción sexual por la pornografía. Todos los días algún padre me dice que no consigue que sus hijos vayan con ellos a la montaña. Y es que ahora los más jóvenes ya ni si quiera quedan entre ellos, lo hacen de manera online».

Las adicciones no solo están en las drogas, el alcohol, también existe un «enganche» enorme a juegos como, [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/sociedad/enganchados-al-candy-crush-YC8994562/|||explica, el Candy Crush, con el que fueron «pillados» incluso políticos en sesiones del Congreso]]. Marian Rojas recuerda cómo, hablando con una paciente ésta le confesó que mientras hablaban estaba jugando al Candy Crush. Fue entonces cuando preguntó en la consulta, entre los amigos. «Es liberación de dopamina rápida, más que Instagram. Para eliminar ese enganche hay que quitar la aplicación y cambiarla por otra cosa. El cerebro coge estas cosas cuando está aburrido o estresado. El cerebro recuerda lo que le calma, y lo que te dice es: “no te estreses” y te propone que cojas este tipo de cosas».

Sin embargo, una de las adicciones que más preocupa ahora a los psiquiatras sigue siendo las drogas y la pornografía que cada vez afecta a más jóvenes. Esto le llevó a entrevistarse con el dueño de una productora de la industria del porno que quería conocerla ya que consideraba que Rojas Estapé le estaba quitando a las chicas –actrices del porno- que salían en sus vídeos. «Cuando estaba hablando con él me preguntó por qué le estaba quitando el trabajo». En esa conversación la psiquiatra quiso saber qué era de lo que más orgulloso se sentía este productor y le respondió que de haber hecho que se enganchen los jóvenes de once años algo que le dejó en shock. Pero lo más complejo aún, explica, para ella es «la patología dual: cuando tienes una adicción con una patología psiquiátrica concomitante. El que tiene depresión y es alcohólico, o el que tiene esquizofrenia y consume cocaína… Porque tienes que ir trabajando a la par los síntomas puramente psiquiátricos con la adicción y lo que ello conlleva que suele haber: mentira, engaño, frustración, crisis de pareja, familiar, crisis individual…». Existe un gran deterioro cerebral y también físico provocado por las adicciones y cómo la gente se engancha en el alcohol y no es consciente.

¿Influyen las redes sociales en cómo nos enamoramos? «Influye en cómo nos relacionamos y, por lo tanto, está muy vinculada. Hay jóvenes que se expresan mejor en emoticonos que en el cara a cara. «El otro día una de mis pacientes me reconoció que había conocido a un chico por Tinder, que habían tenido videollamada pero que cuando se le encontró en un bar, no se atrevió a saludarle en persona. Le escribió por el móvil porque pensó, ¿y si no me gusta? ¿cómo le hago desaparecer de mi vida? Nos hemos acostumbrado a que cuando no sabemos qué contestar quitamos la pantalla o no respondemos más. Con una persona delante tienes que gestionar las emociones. Te has acostumbrado a que cada vez que algo te abruma tienes el escape rápido». Y de ahí, recuerda, que muchas parejas opten por el WhatsApp para romper. «Para que una relación funcione es necesario la atracción, la admiración y la capacidad de comunicarse porque toda pareja requiere resolver, compartir, disfrutar. Y eso requiere hablar. Muchas de las crisis de pareja están relacionadas con un problema de la conversación, tanto lo que uno dice como lo que el otro percibe».

¿Existe relación entre la pornografía y la violencia sexual? «Lo creemos profundamente. Lo he hablado incluso con policías y coinciden en que está relacionado. He tenido que tratar a jóvenes de 12 años que no podían borrar de su mente imágenes terribles de porno, recuerda.

Marian Rojas habla en su libro de «abrazar el dolor». ¿No es mejor huir? «Lo normal y natural es que nosotros evitemos el dolor porque es molesto y a nadie le gusta. Haciendo un símil con una cuerda, ¿qué pasa a largo plazo? Cuando tiramos demasiado del placer y todo lo que genera dopamina generada por la comida, los videojuegos, el porno, etc. El cuerpo busca equilibrar toda esa dopamina y empieza a salir el dolor: entonces todo duele, todo molesta, todo irrita, todo pone nervioso, todo aburre, es la sociedad de la facilidad. A lo largo de los años se han empleado micro dosis de dolor para superar las adicciones. Por ejemplo: los que hacen el camino de Santiago, se enfrentan al dolor, las ampollas, del cansancio… Pero la llegada es indescriptible». También recomienda duchas de agua fría como forma de equilibrio, alerta del peligro de los «ayunos intermitentes» y que el deporte es una forma de curar el cerebro.

Dice que «quien no sabe lo que quiere no puede ser feliz» y que hay que prestar mucha atención al sueño. «Si tuviéramos que empezar por algo, sería la de proteger el sueño. No dormir adecuadamente es factor de riesgo para depresión, para deterioro cognitivo, para problemas físicos, para inflamación. No se repara el sistema inmune» y es que, durante la noche, se activa el sistema glinfático en el que se limpia el cerebro». Aborda la adicción al azúcar y la fertilidad, el miedo como «bloqueador de la mente», la soledad y su influencia en la salud. Y avisa de la importancia de que no nos roben la mente.

¿Se puede ser adicto a la mentira?

Marian Rojas asegura que «más que adictivo es que hay quien no puede vivir sin ella». Algunos mienten desde que eran pequeños «por evitar castigos o problemas. A otras personas, la verdad les angustia porque no se sienten a gusto con quiénes son o por determinadas cosas. El problema es que hay personas que ya, cuando mienten y ven que no hay consecuencias, convierten la mentira en parte de su día a día. Más que una adicción es su modus operandi y su forma de actuar. Consideran que la verdad es aburrida y les gusta vivir la vida con ese punto de riesgo. Hay casos extremos que viven en esa mentira y se la llegan a creer y muchos son conscientes de que están mintiendo, pero no les importa; a diferencia de la persona que miente y se siente mal, porque ha dicho una mentira». Sin embargo, el tema es la gravedad. «He visto personas en consulta que te miente a los ojos, y cuando les dices que sabes que es mentira buscan la excusa para ratificarse».

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