Vuelve la bandera y Sánchez no se va

Vuelve la bandera y Sánchez no se va

Muy comentado fue el hecho de que Salvador Illa tomara posesión en un acto en el Palau de la Generalitat donde la bandera española brillaba por su ausencia. ¿Era eso noticia? No si compruebas que exactamente lo mismo pasó cuando tomaron posesión Pasqual Maragall y José Montilla. Sí, si lo querías ver como un indicio de que los independentistas catalanes tienen la legislatura española por el mango y pueden estar tentados de abreviarla. Que a Pedro Sánchez le quedan dos telediarios y tal y tal. Bueno, pues en el primer acto oficial de Illa como titular del Palau, donde ha recibido al alcalde también socialista de Barcelona, Jaume Collboni, la bandera española ya estaba de vuelta. Ah, y no tiene pinta, ni de que Sánchez esté pensando en adelantar elecciones, ni que sus socios independentistas le vayan a obligar. Esto va para largo.

Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da, no se quita. El socialismo manda en la Moncloa, en la Generalitat y en el Ayuntamiento barcelonés. Tres en raya. Semejante acumulación de poder no se disuelve fácilmente. Menos si los únicos que podrían abrir brecha están pendientes de una amnistía que, por lo menos en el caso de Puigdemont, puede tardar más de dos años en concretarse, y de un pleito sobre la financiación «singular» catalana que los mismos que la exigían para investir a Illa, no esperan que nada cambie antes de 2025. Y después ya veremos, porque la LOFCA no es de goma. ¿Que por lo que sea no hay presupuestos nuevos? Se prorrogan los viejos. Y métele todavía más retrasos y más pedal a lo prometido a los socios de Sánchez. El problema lo tienen Junts y ERC -donde ni siquiera se sabe quién manda, ahora mismo-, no Sánchez, ni Illa, ni Collboni.

Mientras en Cataluña va cogiendo forma un cambio de guardia más trascendente de lo que parece, y quien se quede fuera, fuera se quedará, puede que para dos décadas, igual es buen momento de pararse a reflexionar sobre los peligros de confundir los deseos con la realidad y la propaganda con la estrategia.

Hay mucho gurú y asesor que cobra una pasta por decirle al cliente lo que quiere oír. Pero luego no se cumple. Ni hubo cambio de gobierno en España en julio de 2023, ni era «seguro» que Puigdemont impediría que Illa fuese presidente de Cataluña, ni esto último era el principio del fin del sanchismo. Más bien todo lo contrario. Las prisas son malas consejeras y los que a lo mejor ya se veían ocupando según qué cargos, más.

No hay atajos y la oposición hay que hacerla bien, con luces largas, con la mirada puesta en 2027, que ahora mismo es la fecha más realista para volver a ir a las urnas. Y mientras Cataluña siga siendo un coto privado del PSOE, el antisanchismo es más una actitud que una opción.

Lo que son las cosas: a corto plazo, la vacante más llamativa que se ha abierto en toda la política española es la de jefe de la oposición catalana. Illa es evidente que ya no lo va a ser. Puigdemont tampoco, después de gastar su último cartucho en una payasada que ha dejado en ridículo a los Mossos d’Esquadra, pero que seguro que hizo respirar de alivio a todos los demás. A lo mejor incluso al juez Llarena, que él sí que juega con luces largas. Por de pronto, el autoproclamado «legítimo» ya no se atreve a salir de Bélgica, el único país de Europa donde todavía se creen la leyenda negra antiespañola, que parece que aún les escuecen los Tercios de Flandes. Pero que pruebe Puigdemont, ahora que ya no tiene inmunidad europea y además ya se ha visto qué ganas tiene de dejar de jugar al gato y el ratón con la justicia, a dejarse ver en Alemania o en Francia. Por no pasar ni un día en la cárcel, se tendrá que tirar años en arresto domiciliario exterior, versión moderna y a la catalana de lo que, en tiempos, se llamaba «exilio interior».

Mientras los de Junts se van pensando qué hacen con él, y quién ponen a dirigir de verdad un partido que algún día les tendrá que explicar a sus votantes que todo era mentira, el PP de Cataluña y en Cataluña tiene una oportunidad de hacer oposición de luces largas y empezar a salir del gueto en el que lleva metido desde 2003, desde el Pacto del Tinell. ¿La aprovechará?

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