Bodorrios de interés público

Bodorrios de interés público

No salen bien, no, las bodas que se retransmiten. No acaban bien ni los matrimonios ni los invitados. La que mejor salió fue la de Lolita, y eso que la novia lloró del estrés, sin saber que el presunto día más feliz de su vida acabaría como frase hecha. La de la Rociíto fue la antesala de un infierno familiar abierto al público, siempre con nuevos villanos incorporándose al reparto. La infanta Elena tuvo una boda de cuento en Sevilla, con retransmisión en directo dirigida por Pilar Miró y emitida por todas las cadenas españolas. El matrimonio pasó de un eufemístico “cese temporal de la convivencia” a un divorcio como otro cualquiera no sin antes legarnos dos vástagos para alimentar la actualidad canalla de las altas esferas. Cristina, la otra infanta, la guapa, se casó en Barcelona con el apuesto Iñaki Urdangarín, quien dejó pruebas de su exquisita educación (y de sus robos) en unos emails llenos de chascarrillos sexuales, antes de acabar en el talego. Eugenia Martínez de Irujo también tuvo un televisado enlace de ensueño. No duró mucho, porque los toreros…ya se sabe. Les concedieron la nulidad matrimonial, eso sí, que para eso son ricos. De la boda de Felipe y Letizia mejor no hablamos, que lo mejor hasta ahora fue que llovió todo el día. La de Ana Aznar fue interesante: 1.100 bocas comiendo gracias a la trama Gürtel.

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