Carolina Cerezuela: “La belleza me abrió unas puertas económicas, pero seguro que también me ha cerrado otras”

Carolina Cerezuela: “La belleza me abrió unas puertas económicas, pero seguro que también me ha cerrado otras”

Tenemos aquí a una cantante que actúa y a una actriz que canta, aunque en los últimos años es la canción lo que más frecuenta en la solvente compañía del músico Jaime Anglada. Carolina es una de esas rubias que desmienten los tópicos que pesan sobre las rubias, puesto que, si quitamos ese detalle visual, cada centímetro de ella, y eso es mucha extensión, nos habla de una mujer instalada en la morenía. Charlamos de cine, música, de la infancia. Y de una cima llamada Rafa Nadal, que aunque se vaya jamás nos dejará.

«Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos» (Aleixandre). ¿Es la Mallorca en la que reside o algún rincón de su Alicante natal?

Qué bonito, qué bien escrito, qué poético… Luego se enfadan conmigo en Elche, pero sería Mallorca. Vivo en Mallorca desde la madurez y allí siento más lo que es el mar. Salir a navegar, disfrutar de esos atardeceres maravillosos en medio del mar… Si hablamos de mar/mar, es más Mallorca.

¿Elche es una imagen en el retrovisor o es mucho más que eso?

Es una imagen en el retrovisor. Aunque mi infancia, el cole, la universidad estuvieron en Elche, las personas importantes de mi vida que siguen en esa ciudad vienen mucho a Mallorca. Me encanta caminar y cuando voy allí siento nostalgia al ver que casi no pertenezco ya a ese sitio, porque encuentro una ciudad distinta. Sigo teniendo buenos amigos allí, aunque dejo de identificarme a veces con Elche, queriéndola muchísimo.

Empezó en el mundo en el que ahora se desenvuelve a través de un concurso de belleza, Linda de España, como una miss. ¿Ser guapa ha sido, es, una bendición?

Ser guapa no es una bendición, es una característica que, depende de cómo la quieras utilizar, puede ir a tu favor o en tu contra. La belleza me abrió unas puertas económicas, pagarme una carrera, el carné de conducir, etcétera, pero seguro que también me ha cerrado otras. El problema de la belleza, o su virtud, es cómo la gestionamos.

En dos segundos con usted se detecta que es una rubia morenísima. ¿Carácter mediterráneo?

Ja, ja, ja. Carácter independiente. He tenido que ser madura desde muy pequeña porque enseguida me fui de casa. Cuando quieres que las cosas salgan, tienes que hacerlas tú. No puedes dejar que otros piensen por ti.

Con «Camera Café» se metió en todas las casas. ¿Qué tal se lleva con la Mónica Salazar que fue?

La quiero mucho. Me río mucho cuando pienso cómo reaccionaría ella ante determinadas cosas. Esa simpleza con la que vivía, esa frialdad, esa capacidad de vivir simplificándolo todo, casi levitando, porque ella era perfecta y divina. Qué importante es quererse, en momentos puntuales, de la manera en que se quería Mónica.

Ha hecho mucha televisión y algo de teatro, pero el cine, salvo la película de «Camera Café», aún le espera. ¿Qué pasa ahí?

Después de ese boom televisivo de «Camera Café», «Hospital Central» y de presentar un programa en directo, en Telecinco, absolutamente todos los papeles de cine que me ofrecían, Javier, no te engaño, eran para hacer de chica guapa que en algún momento se desnudaba y se acostaba con no sé quién. Y yo no quería hacer cine para seguir haciendo de Mónica. Pero no me quedo con la espina de hacer cine. Hay películas de ahora que me encantan, pero veo a los personajes y digo que yo eso no lo podría hacer.

¿Cantar con Jaime Anglada es mucho más que un trabajo?

Por supuesto. Aunque sea algo remunerado, lo entiendo como una válvula de escape, una terapia, una liberación. Me encanta intentar llevar a la gente, cuando interpreto, a una parte de su memoria que tiene que ver con un amor o un desamor u otra historia. Cantar es viajar sin mover los pies del suelo.

Tres hijos, nada menos. ¿De qué le ha salvado la maternidad y qué le ha quitado?

La maternidad me ha salvado de entrar en un bucle en el que no había entrado. Madrid es una ciudad maravillosa, pero hay muchos egos, y la maternidad me ha templado mucho y me ha ayudado a relativizar, a saber lo que es importante. Yo no me he ahogado en la familia. He comprobado que lo importante de mi vida son personas y no cosas. No he sacrificado nada por los hijos, pero sí reconozco que cambié mi patrón de vida.

Nadal. ¿Veremos otra cosa igual? (Su marido, el extenista Carlos Moyá, es su entrenador).

Nunca. Jamás. Nadal es único e irrepetible. Nadal le ha metido rocanrol al tenis. Y quien ha conocido a Dios no le reza a cualquier santo.

Esta sección se titula «¿Tienes fuego?». Señora Cerezuela: ¿tiene fuego?

Siempre tengo una llama encendida a punto de saltar. Siempre.

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