“Ya están aquí los terribles dos años”. Con tan solo mencionar esta expresión, muchos padres se quedan paralizados y se echan a temblar; sobre todo los primerizos que han escuchado, de sus amigos y familiares, cómo sus hijos pasaban de ser un tierno angelito a un demonio pequeñito. Y es que ese halo de leyenda que envuelve a esta fase del crecimiento —de los dos a los seis años— es real y propia del desarrollo, aunque muchas veces despierta cierta preocupación y miedo en los progenitores por no saber manejar una situación que hasta ese momento tenían controlada.