El arte urbano logra posicionarse en la capital

El arte urbano logra posicionarse en la capital

Recientemente supimos que la Comunidad añadirá expresiones de arte urbano a su inventario de Patrimonio Inmaterial, reconociendo la relevancia de estas manifestaciones en la cultura madrileña. De este modo, se resguardarán grafitis, hip hop y murales. «El objetivo de esta iniciativa es el de apoyar y dar cabida a estas manifestaciones artísticas que conviven desde los años 80 en las calles de la región», trasladaron desde Cultura.

LA RAZÓN se ha puesto en contacto con algunos de los protagonistas de esta historia, como es el caso de Zeta, Kapi o Francisco Reyes, profesor de la Universidad Complutense y experto en grafiti.

De Alcorcón y desde sus inicios en el mundo del grafiti en los años 80, Zeta es uno de los pioneros del arte urbano en España. En aquellos primeros años cuenta que el grafiti seguía los cánones ortodoxos influenciados por la cultura hip-hop de Estados Unidos, centrado en plasmar nombres con estilo y personajes característicos de esa cultura. Sin embargo, con el tiempo y la expansión global del grafiti en los años 90, Zeta comenzó a desarrollar un estilo propio, incorporando influencias del cómic clásico americano de los años 60 y 70, el constructivismo, el cubismo, el muralismo mexicano y el Pop-Art.

Zeta reconoce que el grafiti ha pasado de ser una forma de expresión marginal a convertirse en una manifestación artística legítima y ampliamente aceptada. Él considera que «el grafiti es la corriente artística que más ha influido en la sociedad contemporánea», trascendiendo las galerías y el consumo tradicional del arte para impregnar las calles, la industria, las tendencias y los gustos de la gente.

La inclusión de muestras de arte urbano en el inventario de Patrimonio Inmaterial de la Comunidad de Madrid es vista por el grafitero como «un reconocimiento esencial para preservar la memoria histórica de estas obras».

A lo largo de los años, muchos de los murales que marcaron una época han desaparecido, y Zeta subraya la importancia de conservar algunos de ellos como testigos de una era que definió la identidad cultural de ciudades como Alcorcón, su ciudad natal, conocida por los murales de los años 80 y 90. Por ello, reflexiona sobre la necesidad de crear conciencia sobre el grafiti como un elemento clave en la identidad de las ciudades.

A pesar de ser una expresión controvertida, originada en la rebeldía, Zeta destaca «el amor por el arte que subyace en esta forma de expresión» y la importancia de reconocer a los artistas que, como él, han llevado su trabajo a nivel global, actuando como embajadores de la cultura urbana española. Todavía le quedan muchos proyectos futuros, aunque si uno tiene asegurado, es el de «seguir pintando en las calles».

«Curioso y contradictorio»

Con esta visión de amor y respeto al grafiti coincide Kapi, quien además es dj. Sin embargo, sin pelos en la lengua, confiesa «ser sincero y decir lo que piensa en lugar de lo que la gente quiere oír».

«Voy a ser profundo en la reflexión», comenta el experto en el arte urbano. «Para mí, es irrelevante este hecho de incluirlo en Patrimonio. El arte urbano en su esencia es efímero», por lo que esta decisión de los técnicos no la comparte del todo: «Conservar una obra hecha en la calle es un poco contradictorio, además de curioso, porque si un artista de grafiti quisiese conservar sus obras no las haría en la calle, donde el sol, la lluvia o las propias personas las puede estropear», considera.

«Yo soy muy documentalista», reconoce, y por ello ha aceptado formar parte de este grupo de nombres relevantes en dicha selección. «Hemos aportado a nivel histórico y casi pionero, ya que seguimos activos, además de ser muy activistas, en la pintura de calle». Tal y como explica Kapi, la buena relación entre los integrantes y su misma finalidad de expresar a través de la pintura es un punto a favor para que este proyecto haya salido adelante. «Quien me lo propuso me conoce, formamos parte del mismo sector y sabemos cuál es nuestro cometido».

Además, añade que dicha expresión artística y social requiere conocimiento y saber sobre lo que se plasma, por ello el prefiere denominarse «escritor de grafiti». «¿Quién decide qué es arte y qué no?», se pregunta Kapi, «pero esto lo deciden unas terceras personas que van más allá de las intuiciones o desarrollo creativo del autor, sino que siguen unos criterios subjetivos que tienen que ver con la época del análisis. «Yo empecé a pintar en los 80, y desde entonces me he encontrado toda clase de barbaridades y locuras en relación a lo que se opina a nivel institucional sobre el grafiti», cuenta. Pero lo que sí le parece verdaderamente reseñable es lo que tiene que ver con el foco de identidad de las ciudades: «Las ciudades que tienen grafitis son lugares vivos, cuya gente se hace cargo de ellas, las usa, se expresa, sea como sea el grafiti, te guste o no», señala.

La pintura y el vandalismo

Si atendemos a las obras artísticas, Kapi alude a «la regulación del siglo XXI en las sociedades occidentales que, a diferencia de otros periodos, sí avala lo que es arte y lo que no». Antiguamente esto no ocurría y el propio artista elegía el lugar y el fondo de pintura plástica, y después la obra firmada, un hecho común que a los vecinos no les importaba; ahora, en cambio, todo tiene una medición y hay mucha publicidad, ya sea a favor o en contra, lo que supone la falta de acciones de calle genuinas que antaño sí se reconocían.

Así lo expresa Kapi: «Donde yo haría hincapié es en el punto de crear conciencia. Y en este sentido, las regulaciones limitan la expresión. Yo sería más laxo y la parte institucional debería distinguir entre lo que es una acción de pintura en la calle, aunque no sea legal y permitida sino solamente fruto de una espontaneidad, y lo que es la destrucción de la propiedad o en vandalismo. Actualmente se considera vandalismo pintar sobre un trozo de pared cuando en realidad no se está destruyendo nada. Los que pintamos no destruimos, el porcentaje de los vándalos es mínimo, igual que en otros sectores de la sociedad».

Kapi ha estado muy presente en el activismo y en la agitación cultural desde sus comienzos en la adolescencia. Empezó intercambiando fotos, luego con una revista profesional y estimulando la disciplina del grafiti. Después hizo una tienda donde la gente encontrase el material y así ofrecer la posibilidad de comprarlo a un precio justo. «Mi mayor logro diría que ha sido conseguir que los escritores de grafiti no tuvieran la necesidad de aprender a ser ladrones, como nos pasó a todos los de aquella época, porque no teníamos posibilidad de comprar suficientes espráis con nuestros sueldos de adolescentes. Teníamos que robar colores. Nosotros montamos una tienda en 1993 para que con el mismo dinero que comprabas uno, pudieran ser seis».

Otorgar legitimidad y visibilidad al contexto cultural contemporáneo

El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y experto en grafiti, Francisco Reyes, no ha dudado en manifestar la necesidad de esta nueva implantación legal. «Este reconocimiento contribuirá no solo a salvaguardar la herencia cultural del arte callejero sino también a redefinir su estatus como un fenómeno de relevancia social y antropológico», considera Francisco Reyes.

Así, ha querido señalar la evolución del grafiti de su percepción vandálica a su expresión «estética, legítima y valiosa». Se trata, en su opinión, de una garantía de la memoria colectiva e identidad de las ciudades.

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