Pasaban un par de minutos de las ocho y media de la tarde del 25 de enero cuando el abogado Tomás González Cueto, que entonces aún era asesor jurídico externo de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), telefoneó a una mujer llamada Sandra. González Cueto, que desconocía que la Guardia Civil había intervenido unos días antes sus comunicaciones dentro de la Operación Brodie, se sinceraba con su interlocutora y cargaba contra el entonces ya expresidente del organismo Luis Rubiales, del que había sido su mano derecha durante años.